sábado, 11 de junio de 2011

Lindo Chiche

El 16 de Diciembre de 1976, faltando apenas unos días para festejar la Navidad más negra que tuvo la Argentina, en medio de un salvaje e inimaginable genocidio, la revista Gente publicaba esta "Carta abierta a los padres argentinos".

Es interesante leerla y ver como era la propaganda de ese momento. Instalaron la idea de que el país estaba "en guerra" y ellos, los militares, actuaban con valor para salvar a la patria. Esa valentía se demostraba torturando hasta la muerte a miles de hombres y mujeres indefensos, saqueando y repartiendo el botín de guerra y robando bebés por poner algunos ejemplos. Además, como es lógico, pedían la colaboración de toda la sociedad (la complicidad, la delación) porque la guerra se libraba en todos las frentes. No hay que olvidarse que, como parte de esa "guerra", durante la dictadura la deuda externa pasó de 8.000 millones de dólares a 45.000, toda guita evadida con el consentimiento del Fmi y demás pilares de occidente.

Y también, la "guerra", estaba en la educación. Te rescato dos párrafos de esa carta. La amenaza del final es clarisima y no tiene ningún eufemismo ni metáfora.

"Después del 24 de marzo de 1976, usted sintió un alivio. Sintió que retornaba el orden. Que todo el cuerpo social enfermo recibía una transfusión de sangre salvadora. Bien. Pero ese optimismo por lo menos en exceso- también es peligroso. Porque un cuerpo gravemente enfermo necesita mucho tiempo para recuperarse, y mientras tanto los bacilos siguen su trabajo de destrucción. Hoy, aun cuando el fin de la guerra parece cercano, aun cuando el enemigo parece en retirada, todavía hay posiciones clave que no han podido ser recuperadas. Porque hay que entender algo, con claridad y para siempre. En esta guerra no sólo las armas son importantes. También los libros, la educación, los profesores. La guerrilla puede perder una o cien batallas, pero habrá ganado la guerra si consigue infiltrar su ideología en la escuela primaria, en la secundaria, en la universidad, en el club, en la iglesia. Ese es su objetivo principal. Y eso es lo que todavía puede conseguir. Sobre todo si usted, que tiene hijos, no está alerta.

Entienda algo y de una vez por todas. Esta guerra no es de los demás. También es suya. Si usted manda a su hijo a un colegio -religioso o laico- cumple apenas con una obligación civil. Eso no es lo más importante. Lo importante es que cumpla también con las leyes morales de su sociedad y de su cultura. ¿Cómo? No es tan difícil. Interésese por los libros que los profesores o los sacerdotes recomiendan a su hijo. Sea cauteloso ante las actividades escolares que no son estrictamente materias de promoción, como por ejemplo Catequesis o Moral. No mire con indiferencia o con absoluta conformidad otras actividades que se prestan a desviaciones: los campamentos, los encuentros de convivencia, los retiros espirituales, las visitas a villas miseria. Usted tiene una gran responsabilidad en esto. Porque usted no sabe -no puede saber- qué cara tiene el enemigo. O de qué se disfraza. Usted le entrega, le regala su hijo a la escuela durante muchas horas por día -a veces durante semanas enteras-, e ignora qué ocurre. Seguramente lo estarán educando como corresponde. Pero cabe la posibilidad de que no sea así. Y un día, cuando su hijo empieza a discutir con usted, cuestiona sus puntos de vista, habla de “brecha generacional”, afirma que todo lo que aprende en la escuela es bueno y todo lo que aprende en la casa es malo o está equivocado, ya es demasiado tarde. Su hijo está hipnotizado por el enemigo. Su mente es de otro. De allí a la tragedia hay un corto y rápido paso. Si eso ocurre y un día usted tiene que ir a la morgue a reconocer el cadáver de su hijo o de su hija, no puede culpar al destino o a la fatalidad. Porque usted pudo haberlo evitado."

Lindo, no? Lo curioso de esta carta es que es anónima. La firma "Un amigo". Pero todos sabemos que hay una norma no escrita que dice que las notas no firmadas son la editorial, la línea ideológica de esa publicación. ¿Y quien era el director de Gente en esos años? Nuestro amigo Chiche Gelblung, hoy periodista al servicio de un famoso medio de comunicación.

Aquí te dejo este link por si la querés leer entera. Por mi parte, con amigos así, prefiero cien años de soledad.