viernes, 16 de julio de 2010

Memoria sonora

Muchas veces se habla de recordar sonidos, o del recuerdo que nos produce un sonido, sin tener muy en claro que quizás ese recuerdo puede servir para reconstruir una historia: una historia de vida personal o colectiva. También se habla muchas veces del entorno sonoro, los sonidos que nos rodean, haciendo hincapié en una toma de conciencia y derivando, casi siempre gracias a nuestra aturdida realidad, a ideas como contaminación o polución sonora, ecología acústica, entre otros.


Ahora, muchas veces todo esto se puede combinar para llegar a situaciones impensadas. Por ejemplo recordar todo un entorno sonoro y no, un sonido en particular. O recordar un entorno sonoro que no es precisamente agradable e idílico y que tampoco tiene que ver con algo nostálgico como recordar los sonidos de nuestra infancia.

Concretamente, desde hace poco más de un año, estamos investigando la memoria sonora de los Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio de la última dictadura militar, especialmente de los sobrevivientes del "Olimpo". Como sus ojos estaban cubiertos por capuchas y vendas, los detenidos-desaparecidos se vincularon con su entorno casi exclusivamente mediante la escucha. Es muy probable que el instinto de supervivencia y la necesidad de mantener una conexión con la realidad, los haya llevado a desarrollar especial atención a todos los sonidos de ese terrible entorno, para tratar de poder actuar en consecuencia, de resistir, de sobrevivir.

En este artículo de la Revista Afuera te contamos con un poco más de detalle en que andamos. Aunque ese trabajo tiene un par de meses y a partir de ahí seguimos haciendo muchas cosas sobre el tema, creo que refleja bastante bien la idea sobre la que trabajamos.

Si...hay que tener un par de aquellos...pero creo que vale la pena hacer que hablen "esas paredes" y podamos, aunque sea de una manera tangencial, conectarnos de otra forma con esa parte tan terrible de nuestra historia.

Te dejo leerlo.

miércoles, 14 de julio de 2010

Tiempos imaginarios

Ruka Fulkén, 20 de Febrero de 2043

Mi querida hija:

Perdoná que haya estado tanto tiempo sin escribirte. Me cuesta. Y además no termino de adaptarme a esto que hoy llaman comunicación. Sigo pensando en términos de carta, mail o esas cosas que eran habituales a principio de siglo. Con cierta ingenuidad pensaba en aquella época que las computadoras iban a ser algo así como eternas, quizás cada vez más rápidas y más chicas, pero siempre iban a estar ahí, con sistemas operativos, discos rígidos de diversos formatos, etc, etc. Ya sé. De todas estas cosas escuchaste hablar sólo por referencias mías o de algunos viejos amigos de mi generación, y te despierta la misma curiosidad que a mi me despertaba oír hablar de la primer transmisión televisiva. Pero después te terminás aburriendo. En fin... es raro pero pese a los cambios vertiginosos que vivimos en los últimos cincuenta años, el lenguaje que perdura es el clásico. Por ejemplo cuando utilizo el verbo aburrir, entendés perfectamente que estoy diciendo. No pasaría lo mismo si pusiera expresiones como “embole”, que es la única que me acuerdo ahora. Seguramente te sonreirías, con la dulzura que te caracteriza.

Pero no me quiero ir por las ramas, como siempre. Voy a tratar de contestar a todo lo que me decís en tu última carta. Y dejame expresar como me salga, así pienso más en lo que te quiero decir y no tanto en el cómo. Hoy es un muy lindo día y después de mi siesta de rigor tengo la energía necesaria para comunicarme con vos. Además es Domingo, y sabés bien que es un día en que te tengo muy presente. Te tenemos. Cada Domingo tu madre no deja de preguntarse donde y con quien habrás almorzado. Ya hablamos en muchas y diversas oportunidades que el hecho de haberte tenido de grandes quizás nos haga sentir cierta culpa, si se lo puede llamar así, por lo cual y pese a que estamos lejos, vivimos siempre muy pendientes de vos y de tus cosas.

Me llama la atención que estés preocupada por la conducta de Nico. Es normal que apenas teniendo unos añitos de vida (¿son dos, no?) aparezca el momento de los berrinches, los desafíos y todo eso. Pero me resulta más raro todavía que me preguntes como éramos con vos, como trabajamos el tema de los límites y cuan estrictos o permisivos fuimos. Te digo la verdad... no tengo la menor idea. Por supuesto que hay y hubo teorías de todo tipo, y cada uno, como siempre, te cuenta su verdad, su experiencia. Nosotros, por lo que recuerdo, nos manejamos muy intuitivamente. Hicimos alguna que otra consulta a alguien que queríamos mucho y le teníamos una gran confianza. Creo que uno hace esas preguntas cuando tiene mucha confianza en el otro. Por eso te agradezco que lo hagas hoy conmigo. Pero, te repito, me resulta raro. No el hecho que me preguntes por ese tema, sino que sea algo que te preocupe. A vos misma te va a sorprender de acá a unos años el haberte preocupado por esto. Espero, aunque lo dudo, que un día podamos leer juntos tu carta y reírnos de lo que escribiste.

¿Sabés que quería proponerte? Hablemos, pensemos sobre el tema “límites” pero más allá de la conducta de Nico o de cualquier otro. Vos proponés como tema la conducta. Yo te contrapropongo el tema límites, dejando de lado el área conducta. Exploremos otras áreas.

Te cuento algo que siempre me fascinó: los límites de la imaginación. Ojo, para hablar con claridad te aclaro que me refiero exclusivamente a mi propia imaginación, a la que muchas veces sentí muy limitada. Y hay dos cuestiones en las que siempre pensé. Por un lado están las cosas de las que apenas puedo imaginarme el tema, el título, por así decirlo. Y por otro cuantas cosas hay, o debe haber, que ni siquiera llego a imaginarme. Claro, no es mucho lo que se puede hablar de lo inimaginable, por llamarlo de alguna forma. Y, como decía un viejo filósofo, de lo que no se puede hablar, mejor guardar silencio. Pero a veces mientras jugaba a combinar sonidos, por momentos se me pasaba por la cabeza pensar en cuantos caminos posibles estaba dejando de lado, cuantas sonoridades no me estaba siquiera asomando a concebir. Me quedaba como un estigma, como una especie de desafío, esa famosa anécdota de Strawinsky cuando un grupo de jóvenes compositores le hablaba sobre las posibilidades expresivas de los nuevos (en ese entonces, claro) medios de generación de sonido, y el los miró con aire de superado y les dijo: “Sorpréndanme”. Entonces a veces pensaba ¿habrá algo que pueda hacer que sorprenda? O más aún: ¿que me sorprenda? No lo se ... pero como te dije, de estas cosas apenas puedo hablar. Es una sensación que me surgía en determinados momentos: la de intuir una pared invisible, una frontera imaginaria que me separaba de lo inimaginable.

Pero si te puedo hablar de otros temas de los cuales al menos me imaginaba algo más que una pregunta, aunque sin poder avanzar mucho más allá. Te cuento: alguna que otra vez me imaginaba como sería ser otro. No estoy hablando de la eterna fantasía de “quien te gustaría ser si nacieras de nuevo”. No. Ser otro o ponerse en el lugar de otro, son temas que siempre me apasionaron, me desvelaron. ¿Por qué cuesta y costó tanto esfuerzo aceptar al otro, al distinto? Desde siempre la humanidad se esforzó de una manera descomunal en combatir al otro, en dominarlo, reprimirlo, eliminarlo o, su forma edulcorada, en discriminarlo. Herejes, infieles, bárbaros, moros, judíos, blasfemos, brujas, negros, negritos, locos, gitanos, kurdos, palestinos, enfermos de esto o lo otro, gordos, discapacitados, adúlteras, comunistas, socialistas, anarquistas, de pelo largo, subversivos, homosexuales, bolitas, sudacas, brazucas, viejos, mujeres ... ¿Sigo? No, mejor no. La lista es interminable. Pero ¿Cómo sería hoy el mundo si en vez de luchar contra el otro se lo hubiera aceptado sin problemas?

Y ya que hablé de mujeres, y vuelvo a lo que te estaba contando antes, algo que muchas veces pensé y por supuesto no me puedo imaginar, es como sería yo si hubiera nacido mujer. No te asustes. No pienses cosas como “a la vejez viruela”, dicho que por otra parte nunca entendí que quiere decir, ni nada de eso. Simplemente a veces pensé ¿cómo vería el mundo con ojos femeninos? ¿cómo sentiría mi propia piel? ¿cómo es sentirse atraída por un hombre? ¿cómo se vive la belleza por dentro? Me acuerdo ahora, y siempre que recuerdo esto no puedo evitar una sonrisa, lo que decía Henry Miller, a quien también se le pasó esto por la cabeza alguna vez, aunque él lo pensaba lógicamente en términos sexuales: “no me imagino otra cosa que un enorme dolor...” ¿Te das cuenta adonde quiero ir? Tuve la suerte de vivir rodeado de mujeres y tuve excelentes amigas, compañeras de trabajo, novias, esposas, pero no puedo imaginarme ser una de ellas. Ser otra, en vez de otro. Una vez, en una charla con un grupito de gente, comenté que si algo admiraba, o me provocaba envidia mejor dicho, de las mujeres era su orgasmo. Tendrías que haber visto las caras ... no se que habrán pesado de mi ni me importa. Pero su produjo un silencio muy extraño que en el fondo me resultó muy gracioso. Espero que no te sonrojes ni te molestes por estas cosas que te estoy contando. Sé que para los hijos los padres no tenemos sexo. O tenemos pero no ejercemos. Pero si no te cuento ahora todas estas cosas ¿cuándo te las voy a contar?

Hablando de sexo, te cuento que hace un tiempo atrás, unos cuantos años en realidad, con un amigo nos divertíamos pensando, o intentando imaginar como sería un tercer sexo. Cada vez que hablo del tema con alguien, surgen distintas variantes de travestismo. Pero no es eso lo que me interesa, aunque resulta llamativo comprobar lo limitado de la imaginación (iba a poner “humana” pero dudé ...¿será redundante? ¿la imaginación es sólo humana? ¿o los animales imaginarán cosas o situaciones también?) que por lo general lo que suele hacer es combinar de manera más o menos creativa combinaciones de lo ya existente. Y por eso surgían los distintos tipos de travestis o transexuales. Pero lo que intentábamos hacer en ese momento era algo tan sencillo como imaginar un tercer sexo: como se llamaría (hombre, mujer y ...., masculino, femenino y .....), como se vestiría, que atributos o cualidades sexuales tendría y cuales serían sus atractivos, por poner un ejemplo. Hoy se me ocurren muchas cosas más, como por ejemplo preguntarme cómo sería el juego de seducciones o la vida cotidiana entre los tres sexos, qué dibujito pondrían en la puerta del baño los bares y restaurantes o cómo sería el modelo de familia aceptado socialmente. ¿Desaparecería la idea de pareja, el mito de la media naranja? Con lo complicado que son las relaciones, los vínculos de a dos, imaginate que ingrese un tercero, pero un tercero distinto, diferente.... Ya ves, aquí tenés un claro ejemplo de algo que me imagino solamente el título, por así decirlo pero no puedo avanzar más que eso. Y lo digo en primera persona porque siento que es claramente una limitación mía: cuando empiezo a visualizar algo de esto que te comento, lo siento muy pobre y claramente insuficiente. Quizás a vos no te pasa, no?

Por último, y para no quitarte más tiempo porque se que siempre estás muy ocupada, corriendo de aquí para allá, tratando siempre de salir adelante.... Por cierto ¿te hacés tiempo para ir al médico, para cuidarte un poco? ¿Hacés gimnasia? ¿Comés bien? Mi madre me decía siempre lo mismo: cuando uno es joven no le da bola a las cuestiones de la salud pero hay cosas que se pueden detectar a tiempo y que después de viejo te complican la existencia. Te decía, ya sabés que me voy por las ramas, o te quería contar para terminar que otra de las cuestiones que siempre sentí como limitadas es imaginarme haber vivido en tiempos diferentes a los que me tocó vivir. Claro, uno vio tantas películas de reconstrucción histórica que puede parecer sencillo, pero creo que esas películas nos muestran sólo una cara, un aspecto. A ver si me expreso mejor: por más que yo tengo abundante información acerca de cómo era la vida en la Edad Media en Europa, por poner un ejemplo, creo que eso queda en un plano muy exterior. A veces pienso en cuales serían los sonidos que rodeaban esa época, que sería fuerte, que suave, que gusto tendría su comida, con que cosas soñarían, cuales sería sus ambiciones, sus temores... no sé, a lo mejor todo es más simple de lo que creo y yo le estoy poniendo cierto toque mágico que no corresponde. Debe ser por esa costumbre de idealizar el pasado y de pensar que fue mejor que el presente. Te puedo asegurar, y sobre todo cuando me acuerdo de ciertas cosas que viví en mi niñez, que no es así. Era un niño, claro, y tenía toda la vida por delante. Eso fue lo que me salvó. Pero lo que era el presente, prefiero olvidarlo. Me pongo muy mal cuando lo recuerdo.

Me doy cuenta que te estoy contando cierto tipo de pensamientos recurrentes, pero hay uno, uno sólo, que tiene que ver con esto del tiempo también, que hace ya mucho lo abandoné: imaginarme el futuro. Pero aquí no me cabe duda de que lo abandoné por mi propia incapacidad por un lado y por mi experiencia de vida por otro. ¿Qué quiero decir con esto? Que cada vez que intenté imaginarme el futuro, cuando llegó ese momento, siempre resultó distinto a lo que me había imaginado. Por ejemplo cuando era adolescente trataba de prepararme cada vez que tenía alguna cita con una chica, y, claro, la mejor forma de prepararme era tratar de imaginar como iba a ser el encuentro, y a partir de ahí, que iba a decir, en que momento, cuando iba a intentar algo, etc. etc. Por supuesto, hoy digo por suerte, siempre resultó distinto. Lo mismo ocurrió con un montón de situaciones que no vale la pena enumerar en este momento. Hasta que finalmente dejé de hacerlo y decidí entregarme a lo que la vida me pudiera ofrecer. Seguramente en ese intento de imaginar el futuro había una intención de querer controlarlo también. Quizás por miedo, inseguridad, vaya uno a saber. Creo que jamás me hubiera podido imaginarme a esta edad, viviendo donde vivo, con un nietito...en fin.

Me causa gracia como muchas generaciones limitaron el futuro a su relación con la tecnología y siempre que, por ejemplo, veíamos una película “futurista” era algo que tenía que ver con máquinas que cada vez hacían más y más cosas. Ni que hablar con el vínculo en la vida cotidiana: creíamos que las computadoras iban a ser algo así como eternas, y lo único que se imaginaban era que quizás iban a ser cada vez más rápidas y más chicas, con discos rígidos de diversos formatos y tamaños ....ay, ay, ay, me doy cuenta que de esto te hablé al principio, perdonáme. Creo que es el momento de cortar, si, si, ya se que no estamos hablando por teléfono, es la costumbre, digo que es el momento de terminar aquí y despedirme una vez más hasta pronto, hasta la próxima carta o el próximo contacto.

Por supuesto, contame cuales son aquellas cosas con las que fantaseás o decime si alguna vez sentiste este “límite en la imaginación” por decirlo de alguna manera. Abrime las puertas de tu imaginación, compartamos esas pequeñas locuras que seguramente nos van a acercar un poco más. Y sabés muy bien que es eso lo que más anhelo.

Lo de siempre: escribinos pronto, lo más rápido que puedas, y fijate si podés venir a visitarnos en el verano. Aquí tenés lugar para vos y para Nico y para alguien más también. Con desayuno y cena diaria asegurada. Te extraño. Te extrañamos.

Te amo - Papá