La seducción del multitrack
A partir de las conversaciones más o menos informales que estoy teniendo con diversos colegas, surge un punto que es compartido por varios de ellos: lo llamamos, de manera un poco irónica, la “seducción del multitrack”. Muchas veces, el intento poético de querer simular sonoramente una textura o entramado visual puede llevar a una situación de simultaneidad sonora muy interesante, sugestiva, bella o como cada uno quiera llamarlo.
Sin embargo el ojo y el oído funcionan de manera diferente (obvio...) tanto en su modo de recepción como en sus límites perceptivos. Y aquí aparece algo que tecnológicamente es relativamente sencillo de hacer pero no siempre trae aparejado un buen resultado musical o sonoro. El multitrack nos incita, de alguna manera, a superponer pistas y si no tenemos claramente hacia donde queremos ir, podemos engañarnos armando tramas sonoras que se ven bien pero que no siempre son percibidas de la misma manera.
Concretamente hace poco tiempo, nada menos que Francis Dhomont, uno de los compositores electroacústicos más importantes, me decía: desconfiar de las acumulaciones de sonidos que los medios informáticos permiten controlar fácilmente en el monitor, pues lo que es visible (decenas de pistas) el auditor no lo escuchará siempre, mientras que el compositor, engañado por lo que visualiza , cree escucharlo. Aquí ... hay que fiarse del oído y no del ojo.
Por supuesto que esta situación ocurre en otros aspectos de la composición musical y en otras áreas y artes también. Al hablar de la seducción del multitrack por medio de su intermediario, el monitor (¿su Celestina?), estamos hablando de la tecnología por la tecnología misma. En algún punto los temas se cruzan, se vinculan. En muchos puntos, un mismo tema tiene múltiples relaciones....