miércoles, 21 de abril de 2010

Numerología parlamentaria

Nuestra Honorable Cámara de Senadores ha decidido encarnar el espíritu democrático y republicano de una forma bastante particular: solo debaten si saben de antemano que van a ganar. Sino, no debaten. Y cuando no debaten, porque ya saben que van a perder, no bajan. Se quedan arriba, muy enojados y con los brazos cruzados.


Suena caprichoso. Al menos yo no dejaría que un hijo mío tome esas actitudes. ¿Será por eso que cada tanto me acuerdo de la madre de alguno de ellos? Pero no quiero sonar ofensivo. Lo más importante es el número. En este caso el número que les permite ganar, olvidate de proponer, de discutir apasionada y honestamente, de preocuparse por dictar leyes que eleven el nivel de vida de la población, de generar políticas de estado que perduren más allá de los gobiernos, es el número 37. Con ese número ganan porque es la mitad más uno de todos ellos. Pero mucho más también. Y si...me puse a investigar, porque nada es casualidad en el mundo presidido por Cobos, más conocido como "Mi pobre Angelito".

El 37 tiene sus sorpresas. Por ejemplo ¿Sabías que los números 111, 222, 333, 444, 555, 666, 777, 888 y 999 son todos múltiplos de 37? Apuesto que no. Nuestros senadores lo saben y mucho más también. Ellos saben que un número de tres dígitos, es múltiplo de 37 si se puede llegar a él restando o sumando 37 a uno de los conocidos (111, 222, 333, etc.) Esto es porque entre dos de esos números sólo hay dos múltiplos de 37 (es decir entre 555 y 666 sólo hay dos posibles: uno es 555+37 y el otro 666-37). De esa forma pueden ir visualizando claramente cuando pueden ganar y cuando no, con lo cual se va perfilando también el estado de ánimo del Senador en cuestión.

Otro hecho francamente notable, que me enseñó la honorable "brujita Lilita", es que si un número de tres dígitos es múltiplo de 37, también lo es rotando a izquierda o derecha sus dígitos. Esta propiedad es muy importante ya que les permite rotar permanentemente, quedando por lo general muy desorientados, sin saber bien si estan a la izquierda, derecha o centro. Pero no importa: el resultado es siempre el mismo.

Pero no hay que olvidar que 37 es igual a 1. Esto es así: 3+7 es igual a 10 y 1 + 0 es igual a uno. ¿Y que simboliza el uno? Nada menos que el liderazgo, aquellos que tienen capacidades y habilidades para el mando. Y hasta dicen por ahí que son ambiciosos y estan dispuestos a asumir riesgos para llegar a la cima. Tal como nuestros Senadores. Y también son individuos firmes, agresivos, dominadores, impulsivos, egocéntricos, presuntuosos y obstinados. El 1 (uno) es el número del Senado. ¿Y con quien puede discutir el número uno? Ovbiamente con uno mismo.

Pero esto no termina. Hay más sorpresas con el mágico número 37. Es el número atómico del rubidio. ¿Y esto que és? Bueno...es un metal en apariencia blando, sobre todo cuando está de campaña, y que empaña rápidamente al tomar contacto con el aire exterior. Es decir, se desfigura. Es muy reactivo, puede arder espontáneamente con llama de color violeta amarillento si llega a perder una votación, y reacciona muy violentamente pudiendo llegar a amalgamarse con mercurio. Combinación explosiva si las hay. Puede formar aleaciones con el oro pero, si eso llegara a ocurrir, no se dice públicamente.

Para terminar, y no aburrir, muchos de estos senadores dicen representar la "nueva política". Si esto es lo nuevo, la verdad prefiero lo viejo. Más aún, prefiero lo antiguo. Senadores queridos, déjennos quererlos. Vuelvan a la antigua política. Vuelvan, por ejemplo, a Lisandro de la Torre, Aristóbulo del Valle o Juan B. Justo, Senadores con mayúsculas que tenían la cabeza bien puesta, entre otras cosas. No es lo mismo fundar que fundir un país. Elijan, piensen, de que lado están.

No quiero olvidarme que el 37 también simboliza el dentista: abrí la boca pero no hables. Y si te duele, levantá la mano. Ah...¿no te hizo efecto la anestesia? Aguantá...un poquito más y ya llegamos! ¿Duele ahí?

viernes, 9 de abril de 2010

Curtis Roads

Hace un tiempo atrás, y después de ciertas dudas, me decidí a encargar el libro Computer Music Tutorial de Curtis Roads. Cuando lo recibí, cuando tuve en mis manos ese pequeño monstruito de mil y pico de páginas, empecé a leerlo lentamente, aunque acelerando cada vez más a medida que me iba internando en sus páginas. Hoy creo que no hay otro libro de estilo, un compilado general de diversos temas vinculados a la tecnología del sonido, que lo supere.

Además Curtis Roads es uno de los desarrolladores de la llamada síntesis granular. Brevemente se trata de la generación de sonido a partir de pequeñas unidades, de breves segmentos sonoros llamados “granos”, que pueden ser derivados u obtenidos de recortar en el tiempo cualquier tipo de señal, sea sintética o sampleada. Si lo comparamos con lo ocurre en el ámbito visual es más claro todavía: una imagen se compone de la unión de muchos puntos y el movimiento se forma a través de la unión de muchas imágenes. ¿Y a que se le llama “un breve segmento”?.Para Roads es un fragmento que puede durar entre 1 y 100 ms. Por supuesto el timbre resultante va a tener que ver con la duración elegida. Pero lo más importante, insisto, a nivel general, es que a partir de la agrupación de los diferentes eventos sonoros, lo que vamos a construir o a percibir es una textura de granos como resultante, una gran cantidad de eventos muy chicos que conforman una entidad sonora mayor. No por nada, una de las primeras obras hechas con sintesis granular se llamó Riverrun.

Para que quede más claro, aquí lo tenés a Curtis Roads hablando de síntesis granular. Si ya sé...está en inglés. Pero lamentablemente desde este blog no puedo ofrecer traducción simultánea. Para eso la podés llamar a Mariela.







lunes, 5 de abril de 2010

Mejor no aclares

Hay ciertos libros que, por supuesto sin que tengamos la más remota idea, dejan en nosotros huellas profundas. No sólo por el placer o emoción que nos produjo al leerlo sino también porque más de una vez lo recordamos en distintos momentos de nuestras vidas. Lo mismo pasa con algunas películas y, ¿porqué no?, con algunas obras musicales también. Es más: a veces hay algo en estas obras que terminan de definir nuestra vocación. Jorge Luis Borges decía que él se consideraba afortunado no por los libros que había escrito sino por los libros que pudo leer. En la misma línea, Samuel Beckenbauer comentaba en una entrevista que él se hubiera dedicado a la música de no haber sido por la lectura de Dostoievsky en su adolescencia. Por supuesto, y lamentablemente, son pocas las obras que nos producen esta emoción profunda.

Volviendo a Borges, hay un texto publicado en una Revista "Crisis" del año 1986, que dice: "Si sentimos placer, si sentimos emoción al leer un texto, ese texto es poético. Si no lo sentimos, es inútil que nos hagan notar que las rimas son nuevas, que las metáforas han sido inventadas por el autor o que responden a una corriente tal. Nada de eso sirve. Primero debemos sentir la emoción, después de tratar de explicar o de comprender ese texto. "

Beckenbauer también dice lo mismo pero en sentido contrario, y refiriéndose a la música: "De nada sirve que me intenten explicar los innovadores y sesudos procedimientos constructivos de Pierre Boulez en Le Marteau Sans Maitre por poner un ejemplo. Cuando la escucho me aburro y apenas puedo llegar al final sin distraerme y pensar en algo más atractivo. ¿Porqué en vez de hacer música que nos emocione hasta las lagrimas, hay ciertos músicos que ponen todas sus energías en querer explicar y justificar sus obras?"

Terrible y temible pregunta la de Samuel. ¿Será por eso, entre otras muchas preguntas similares que disparaba, que sus libros fueron prácticamente olvidados excepto por un reducido grupo de fanáticos entre los que me encuentro? De todas formas hay que reconocer que algo de razón tiene. ¿De donde viene esa necesidad de querer explicar con palabras algo que sólo hay que escuchar?

Te cuento una anécdota. Hace poco hablaba con una colega compositora y me decía que para ella el mejor músico de todos los tiempos fue Bach. Y cómo estábamos saliendo de un aburridísmo concierto en donde encima nos bombardearon con notas de programas y explicaciones de los compositores, le pregunté, no sin cierta malicia "¿adonde están los textos de Bach explicando sus obras? ¿adonde están las notas de programas de Bach?" Ella sólo sonrió en silencio, por lo que me entusiasmé y seguí: "No tenía tiempo para eso. Estaba ocupado haciendo música" "Y veintidós hijos" agregó con una pícara sonrisa difícil de olvidar.

A Beckenbauer tampoco le gustaba este tema de las notas de programa. Recuerdo una provocadora conferencia suya en la Facultad de Arquitectura donde dijo, entre otras cosas: "¿Acaso cuando vamos a ver una película leemos un texto explicativo del autor?" Alguien del público quiso sacarlo de tema acotando "Es mucho peor en el caso del cine, Don Samuel. Mucha gente lee antes lo que dicen los críticos." Pero él siguió inmutable: "No voy a eso. Tampoco leemos las notas de programa de las muestras de pintura o lo que quiso hacer el autor de tal libro. Nos metemos de lleno. Basta de tanto palabrerio interesante" La palabra interesante la pronunció con evidente ironía.

Vuelvo a Borges, en la misma nota: "Yo diría más bien que la poesía es algo cuyo instrumento son las palabras, pero que las palabras no son la materia de la poesía. La materia de la poesía -si es lícito que usemos esa metáfora- vendría a ser la emoción".

¿Y la de la música? ¿Cual es la materia de la música? ¿El sonido o las palabras que hablan del sonido? ¿Y la emoción? ¿No es parte de la música? Cuantas preguntas...casi sin respuesta. O quizás no, quizás tengan una respuesta muy muy simple. Pero sin palabras. Y en ausencia de palabras, lo mejor es que suene la música. Dejemos que ella explique todo lo que no podemos poner en palabras. Dejemos que se explique a si misma. El tema es exactamente al revés.

Por supuesto si con eso no alcanza, siempre es mejor el silencio. Que tanto lo necesitamos.

jueves, 1 de abril de 2010

Buscando el silencio perdido

¿Te acordás que hace un tiempo hablábamos del silencio? Bueno...en realidad más que hablar reconozco que estuve un poco "monologante" contándote algunas anécdotas y mostrándote casi sin pudor ciertas obsesiones que tengo sobre el silencio. Quizás fue algo premonitorio de ciertas situaciones algo ruidosas que estoy viviendo hoy. Pero no importa eso ahora. Lo que te quería contar es que ando leyendo un libro, "La palabra amenazada" de Ivonne Bordelois, que tiene un par de párrafos sobre el tema que están buenos y dan para charlar y discutir un poco. Te anticipo una frase: la cultura contemporánea destruye el silencio.

Aquí van. Después contame.
"La cultura masificante desconfía del lenguaje porque (...) la conciencia crítica de la lengua es el comienzo de toda crítica. Según Saussure, el modesto y misterioso suizo que funda la lingüística contemporánea, la lengua es el sistema social más poderoso porque está grabado fundamentalmente en el inconsciente. Por eso, para aparecer ante nosotros mismos, la primera recuperación que nos es obligatoria es el reconocimiento de nuestro lenguaje. Ésta es precisamente una de las más poderosas razones por las cuales las grandes culturas contemporáneas no favorecen el desarrollo de la conciencia lingüística o la restringen solamente al malabarismo de la propaganda comercial. Una cultura masificante entorpece el acceso a los estratos más profundos del lenguaje y de su conciencia, transmite prejuicios sin delatarlos, empobrece el vocabulario u olvida sus refrescantes orígenes.

Y precisamente porque se opone al lenguaje, la cultura contemporánea destruye el silencio, que es la condición primera y fundamental de la palabra genuina, la que viene de lo necesario y lo íntimo y no es simple resorte de respuesta mecánica. Una tecnología que es capaz de colocar un hombre en la luna pero que no alcanza a inventar silenciadores para las aspiradoras o para las cortadoras de pasto representa una cultura que detesta tanto el silencio como el diálogo vivificante y tranquilo que del silencio emana, y se encamina categó ricamente a destruirlos. Lo vociferante de nuestras ciudades, los decibeles de una música deleznable que de continuo aturde y ensordece, desafiando e impidiendo toda forma de comunicación, son modos patentes de una violencia cada vez más invasora que sólo se sacia con la obstrucción de la conciencia, en particular de la conciencia que se alimenta de los poderes del diálogo sosegadamente nacido en el silencio."