Vuelvo al tema de los paisajes sonoros. Es un tema sobre el cual hay muchas cosas escritas y desde diversos puntos de vista. Personalmente mi interés en el tema tiene varios ángulos.
Por un lado está lo que vengo investigando, que vengo persiguiendo, desde hace un tiempo, que es el tema de la simultaneidad sonora. Escribí algo muy por encima en el blog, a mi regreso de Bariloche.
Me estaba refiriendo al paisaje sonoro, o a la sonoridad del paisaje, como textura musical o sonora. Muchas veces pasa que cuando decimos “escucho el sonido del bosque, del mar” encerramos en una sola palabra, en un concepto, una multiplicidad de sonidos que solamente con una escucha atenta y consciente - o grabándolo y escuchándolo reiteradamente , o sea practicando una verdadera
escucha reducida, podemos llegar a discriminar.
Justamente acabo de leer un artículo de Dennis Smalley sobre el tema, donde también habla del entorno como textura, y después pasa a hacer una clasificación de distintos ambientes sonoros, según tengan mayor, menor o nula participación del hombre. En este
link lo podés bajar y de paso ver otros artículos/ensayos muy interesantes.
También, por supuesto, me gusta descubrir las innumerables variaciones que tiene determinado elemento, como el agua o el viento, que parece que es siempre igual, pero no lo es nunca. Estuve buscando sonidos de viento para la obra que estoy componiendo en este momento, y me sorprendió la cantidad de sonoridades que encontré. Heráclito decía que nunca nos bañamos dos veces en el mismo río y, parafraseándolo, podríamos decir que nunca escuchamos dos veces el mismo río. O el mismo viento.
Y desde una perspectiva artística, lo que más me atrae es la creación de paisajes sonoros imaginarios. En algunas obras hice una transición (¿modulación?) de un ambiente reconocible a uno imaginado, inexistente. Como suele ocurrir en los sueños, o en ese momento mágico en que nos aislamos escuchando. Simplemente escuchando...