Industria Nacional
Muchas veces cuando miro las antologías o historias de la música electroacústica o de la tecnología musical, me molesta mucho la mirada “centralista” que tienen sobre el tema. Es decir, da la impresión que todo ocurrió en Europa y Estados Unidos y el resto del mundo sólo miraba y/o contemplaba pasivamente. La realidad es bien distinta. Pero claro, también es cierto que si nosotros no nos ocupamos de documentar o recopilar nuestra historia ¿por qué la tendrían que hacer otros?
En parte con ese objetivo, es que estoy intentado reconstruir algo de esta historia, tan olvidada, o directamente desconocida. Es sabido, y ya escribí sobre esto, que en Octubre de 1958, Francisco Kropfl y Fausto Maranca fundan en la Ciudad de Buenos Aires el Laboratorio de Fonología Musical en la Universidad de Buenos Aires, el primero de estas características en Latinoamérica. Si nos ubicamos en aquella época, es necesario reconocer que no es nada más que un hecho histórico por su carácter fundacional, sino que también es algo que resulta increíble sabiendo las circunstancias políticas del país, con sus frecuentes golpes de estado, la represión en aumento, y una enorme incomprensión e ignorancia por parte de nuestros gobernantes, al menos la gran mayoría de ellos, hacia las manifestaciones culturales, especialmente las de vanguardia.
La cuestión es que una vez fundado el Laboratorio (en otro momento voy a contar como se llegó a eso) la idea principal que tenían, no era tanto componer obras, sino más bien fabricar aparatos que no existían, al menos en el país. En esos años la tecnología no era tan “portátil” como es hoy y además era sumamente costoso adquirir cualquier dispositivo electrónico. Por lo tanto, no quedaba otra que ponerse manos a la obra. Lo primero que hizo el ingeniero Fausto Maranca fue adaptar un grabador a velocidad variable, media octava ascendente y descendente, y amplificadores valvulares. Después vinieron los generadores de envolventes, moduladores en anillo y una patchera para interconectar todo. También fabricó un reproductor de sinfín de hasta tres minutos de control para disparar generadores de envolventes. De esta manera, por ejemplo se podía armar un determinado ritmo de cierta complejidad.
La idea era llegar poco a poco a superar la técnica del corte de cinta.
Y hay más. Fausto fabrica el primer sintetizador en 1964 y el segundo, que ya era controlado por voltaje, en 1968. Tengamos presente que el primer sintetizador diseñado por Moog es de 1964, lo cual nos da una idea de cómo estábamos posicionados.
Es necesario recalcar que no había presupuesto asignado para la compra de equipos. Todo se hizo, una constante que conocemos, a pulmón. Lo único que se llegó a comprar fue un grabador Philips de 72 cm por segundo, propiedad de Argentina Sonofilm, que había cerrado y vendía sus equipos. Este grabador estaba bastante deteriorado y hubo que arreglarlo. Por ejemplo Fausto le arregló los cabezales, ya que no se conseguían en ese momento.
También hay que mencionar el fotomodulador dinámico, de 1965, que funcionaba con foto resistores y uno podía recortar hasta cinco pistas en una cartulina de 19 cm. Por ejemplo Kropfl hizo una mezcla de amplitud variable de cinco osciladores para realizar síntesis, hecho que recién se pudo hacer mucho después con las computadoras (por supuesto no las que conocemos ahora). El fotomodulador fue totalmente torneado en el Laboratorio de Mecánica de la Universidad y fue diseñado por Jorge Meynhart.
Se que esto no es más que una apretada síntesis de una historia muy rica, que habla de ingenio, de ímpetu, y también algo triste, que habla de perdidas y retrocesos.
Pero seguramente el hecho de poder conocerla y saber de donde venimos, nos puede dar nuevos impulsos a seguir adelante.