Hace unos meses escribí en un "post" que Enrique es uno de los pioneros de la electroacústica en la Argentina. Voy a ahondar un poco en el tema básicamente por dos motivos: el primero es porque estoy escribiendo un breve trabajo sobre historia de la música electroacústica argentina , que es algo que me apasiona y que espero salga publicado el año que viene, y por otro lado porque en algunos raccontos históricos sobre el tema, Enrique Belloc apenas está mencionado y en algunos casos sólo como un compositor más. Para mi es mucho más que eso.
Veamos. Durante la década del 50, Enrique Belloc fue un compositor que, como tantos otros, había estudiado con Francisco Kropfl adoptando la estética y los procedimientos seriales derivados de la Escuela de Viena, cuyos referentes máximos en Europa eran Boulez y Stockhausen. Siendo muy joven hizo algunas experiencias en el recién fundado Laboratorio de Fonología Musical, pero sin mucho entusiasmo. En 1960 Belloc obtiene la beca Ford, para estudiar en Berlín, experiencia sumamente enriquecedora tanto a nivel artístico como humano: trabó contacto con muchos de los músicos más importantes del momento como Iannis Xenakis, Gilbert Amy, Igor Strawinsky o Pierre Boulez, participó de los históricos cursos de Darmstadt y vió y vivió la construcción del “muro”, entre muchas otras vivencias más.
En 1964, termina su periodo de beca en Berlín y se dirige a París, en donde de forma casual, toma contacto con Pierre Schaeffer, fundador de la corriente conocida como música concreta, y consigue una beca para realizar el curso de dos años llamado el “stage” realizando progresivamente un cambio que lo marcará definitivamente: el alejamiento definitivo del serialismo por la búsqueda de una estética diferente.
Compone su primer obra concreta, el “Estudio Concreto” en 1966 en el Estudio 54 del Centro de Investigaciones Pierre Bourdan. Allí contaba con una gran variedad de micrófonos, y diversos recursos tecnológicos pero también con un conjunto de elementos informales, como placas de diferentes tipos de metales y espesores, cordones de plástico y metal tensados sobre estructuras metálicas simulando cajas de resonancia y diversos tipos de instrumentos de percusión. Según sus propias palabras la composición de esta obra fue “el mejor trabajo de solfeo que jamás hice en mi vida: me abrió el oído y la cabeza a lo más importante del hacer musical: el sonido.”
Cuando vence su beca, al concluir los dos años, Pierre Schaeffer le pide que se quede, para lo cual le consigue trabajo en Radio France, prolongando de esta manera su estadía en París por dos años más. En 1968 decide volver a la Argentina y, entre las diversas actividades que emprende, comienza una muy intensa labor docente en el país introduciendo y enseñando el pensamiento y la estética concreta que no había llegado a nuestro país sino de manera muy indirecta. Entre nosotros estaba quien trabajó nada menos que cuatro años junto a Schaeffer.
De esta manera comienza a reproducirse en nuestro país el mismo antagonismo que años antes había comenzado en Europa y que se había diseminado por el mundo: electrónica (Colonia) representada por Kropfl – concreta (París) representada por Belloc.
Por supuesto que siempre es mejor un antagonismo en el plano de las ideas que un pensamiento único. Por lo que estaban dadas las condiciones para que se produzca un rico intercambio de estéticas, procedimientos y experiencias de los cuales los que más se beneficiarían sería las generaciones más jóvenes. Y es en el ámbito del aula donde tanto Kropfl como Belloc dejaron huellas profundas en los generaciones más jóvenes.