El objeto sonoro II
Vuelvo al tema de la definición del objeto sonoro, a partir de ciertas relecturas que estuve haciendo de Schaeffer con las limitaciones que comenté anteriormente.
Creo que la dificultad a la hora de definir claramente este concepto surge por sus raíces filosóficas, concretamente la fenomenología de Edmund Husserl, y la novedad de la aplicación de este concepto a lo percibido auditivamente. Pocas veces se ha hablado de “oigo un sonido” siendo el favorito de muchos filósofos “veo una mesa”.
Y todos estos esfuerzos llevados a cabo por los distintos filósofos tienden a tratar de no confundir el objeto percibido con la percepción que tengo de él. O sea como objetivar una percepción determinada en vez de subjetivarla.
Schaeffer lo ejemplifica muy claramente cuando dice: “El objeto sonoro aparece claramente cuando ... no sólo me atengo a las indicaciones que me proporciona mi oído ... sino que esos datos sólo conciernen al propio acontecimiento sonoro: no intento nada por medio de él, no me dirijo hacia otra cosa, sino que es el propio sonido lo que me interesa, aquello que yo identifico.” El objeto sonoro, el sonido objetivado más allá de su causa o de la percepción que tengo de él.
Lo interesante es que admite que el escuchar un objeto sonoro, es un decisión más fácil de enunciar que de poner en práctica. Los que estamos en la docencia lo sabemos muy bien. Y ahí es cuando habla del entrenamiento, del esfuerzo de librarse por condicionamientos anteriores para elaborar un sistema de referencias propio al objeto sonoro.
Un año después de la edición de estos escritos en 1966, se edita el “Solfeo de los objetos sonoros”.